Iroel Sánchez
En octubre de 1965, el trovador cubano Carlos Puebla, escribió su célebreguajira dedicada al Comandante Che Guevara -con el nombre de “Hasta siempre, Comandante”- inmediatamente después de escuchar, en voz de Fidel, la carta de despedida del héroe argentino-cubano que terminaría sus días asesinado en Bolivia por orden de la CIA.
Su título, inspirado en las palabras de despedida de esa carta, “Hasta la victoria siempre”, ha devenido desde entonces cita obligada en discursos revolucionarios en todo el mundo y ha vuelto a resonar por estos días alrededor de los homenajes tributados al Presidente de Venezuela, Comandante Hugo Chávez. El uso de esa frase nos conmueve a muchos que nos identificamos con las ideas y la obra de Chávez, el Che y Fidel y no debería pasar inadvertido para sus detractores.
Como hicieron y hacen con Fidel y el Che, los enemigos del líder bolivariano tratarán de enlodar su memoria y encubrir su legado pero sólo conseguirán lo contrario. Difícil tarea tendrán quienes deseen volver a subordinar al pueblo venezolano a la clase política que Hugo Chávez mantuvo fuera del poder durante catorce años. Sólo conseguirán engrandecerlo.
Si en el mandato de Chávez la tasa de pobreza pasó de un 42,8% en 1999 a un 26,5% en 2011 y la extrema pobreza de un 16,6% a un 7% en igual período; si la mortalidad infantil disminuyó a la mitad entre los mismos años, desapareció el analfabetismo y los servicios de salud, educación y vivienda se proclamaron como un derecho; ¿cómo van a lograr sus enemigos convencer a los pobres de que vuelvan a serlo, a los que dejaron de ser analfabetos de que se comporten como si continuaran siéndolo, y a quienes veían morir a sus hijos sin atención médica de que es ése su destino?
Cuando el golpe de estado contra Chávez en 2002 fueron ellos los que insurreccionaron y lo volvieron a colocar en el cargo para el que lo eligieron sucesivamente, ignorando los consejos de doctos analistas promocionados por los más poderosos medios de comunicación. Han sido también los representantes de las clases más humildes en América y el mundo los que más se han dolido con la muerte del fundador del ALBA, Petrocaribe y la CELAC, del impulsor de UNASUR. Habría que preguntarse cómo hará Estados Unidos -principal obstaculizador histórico de la integración latinoamericana- para volver todo eso a la situación anterior.
La legitimidad de los sucesores de Chávez, como acaban de demostrar los discursos deNicolás Maduro, radica precisamente en su expresa voluntad de sostener y desarrollar todo lo que su líder inició. Ni en Venezuela ni en América, hay espacio político hoy entre las mayorías para triunfar en sentido contrario al legado que él ha dejado.
Si en 1992, al alzarse en armas contra el neoliberalismo que masacró a los humildes de su patria y ser apresado, el entonces coronel de paracaidistas dijo aquel “por ahora” que le abrió el corazón de su pueblo, ahora son cientos de millones de personas en todo el planeta los que dicen “Hasta siempre” al Comandante que demostró que otro mundo no sólo es posible sino imprescindible y, como el Che y Fidel, se puso a construirlo.
(Publicado enCubAhora)
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